1 de mayo de 2013

Que la muerte te acompañe

Quién soy. Ahora va y me preguntas quién soy. ¿De verdad no te sueno?

He estado ahí cada vez que te jugabas la vida, pero también cada vez que hacías que vivirla mereciese la pena. He estado ahí cada vez que aprendías a valorar lo importante, pero también cuando lo acababas confundiendo siempre con lo simplemente urgente.

Y ahora me preguntas quién soy. Estuve siempre a tu alrededor, cuando abusaste de los triglicéridos, cuando le pediste la mano a esa chica, cada vez que follaste sin condón. Jugabas conmigo, y yo siempre entré al trapo, nunca te dije no.

Yo te enseñé a conjugar todos los tiempos del verbo preocupar. Y también te enseñé la cantidad de cosas que sí tenían remedio. Yo te puse el hasta cuándo para que tú pudieras dedicarte en cuerpo y alma al hasta dónde.

Mientras tanto, me he ido llevando uno por uno a todos tus mayores, algunos demasiado pronto, pensarás, otros después de mucho dolor, pero lo cierto es que te he ido empujando a ti y a los de tu generación a la primera línea de este acantilado contra el que choca todo el llanto del mundo.

Gracias a mí tuviste miles de oportunidades para darte cuenta de lo equivocado que estabas. Pero no te apures. Hicieras lo que hicieras, la respuesta era siempre otra, el final era siempre igual.

Aquí recalan los barcos de cualquier eslora, por vanidosos que fueran. Aquí se igualan todas las fortunas, por escondidas que estén. Este es el principio del olvido y el final de todos los recuerdos.

Soy noticia en todos los telediarios. Salgo en todas las películas que valgan la pena. Y no hay libro en el que no se me haga mención.

Hay gente que piensa en mí desde que nace, y hay gente que se mete en una misma oficina y me dedica toda su vida, aunque también hay quien actúa como si no existiese, y gente que vive como si le diera igual. Hay gente que incluso se alegra de verme.

Soy quien le da sentido al reloj, al placer, al riesgo y a la vejez. Soy el fundador de cualquier religión.

Algunos me llaman la Parca, otros la Huesuda o la Pelona, y otros no me llaman de ningún modo, no vaya a ser que acuda.

10 de enero de 2013

Para que Karolita sueñe mejor.

- No conviene ver la caja tonta o sentarse delante del ordenador justo antes de ir a dormir. Según un estudio reciente de la Harvard Medical School, la exposición a las PANTALLAS LUMINOSAS aumenta considerablemente el riesgo de sufrir insomnio. 
 
De las mayúsculas extraemos, Karolita, que tampoco es bueno estar con el móvil antes de irse a chinir, porque por pequeña que sea la pantalla, no deja de ser algo luminoso donde pones toda tu concentración.
Es más, es aún peor que sea con la luz apagada (de la habitación), porque parece ser que la potencia (unos 5 lux, tú sabrás lo que es, que eres de ciencias), modifica la morfología de las neuronas en el hipocampo y reduce la comunicación entre ellas, y esa estructura es clave para la FORMACIÓN DE RECUERDOS.
¿Qué podemos concluir de la formación de recuerdos? Muy fácil, los problemas que tú tienes confudiendo sueños con realidad y que te des cuenta a las horas, incluso a los días, puede obedecer también a la falta de memoria en algunos campos, vamos, a la dificultad que tiene tu cerebrito (pequeño porque eres pequeña, no me mal entiendas) de formar los recuerdos (estos de no acordarte qué has soñado o qué has hecho una mañana) y de luego anarlizarlos, puede ser consecuencia de esa práctica con el móvil.


Continunando con lo de las pantallas luminosas, los estudios científicos demuestran que NO amodorran, sino que nos desvelan, ¡así que ya sabes!

- También se demuestra que dormir poco nos conduce a tomar decisiones precipitadas, por un exceso de optimismo.
Parece ser, que el hecho de dormir poco e incluso el no dormir hace que nuestro cerebro evalúe sólo las consecuencias positivas de una acción y no las negativas.


- Echarse la siesta es una práctica muy recomendable. Leonardo da Vinci, Napoleón y Thomas Edison eran unos grandes aficionados a esto. PERO: es buenísimo echarnos una siesta de media hora y NO de 3 horas. ¿Vale pequeña?

- Es aconsejable dormir entre 6 y 9 horas, no más, a pesar de que nos encante, ni menos (porque entonces pasan cosas como las que te he expuesto en el segundo punto, con el tema de las decisiones).

- Otro dato curioso e importante, Karolita, es que el insomnio demuestra estar provocado por el hecho de que durante el día tengamos una falta de luz, sea en el instituto o en casa, y también por la vida sedentaria, no hacer ejercicio. Se ha demostrado que hacer a la semana entre 20 y 40 minutos de ejercicio reduce el insomnio.

Espero que estos datos te sirvan de algo y te ayuden a conciliar mejor el sueño. Yo, en mi opinión creo que los sigues puedes tener buen resultado. Para terminar te hago un dibujo, para que no me acuses de haberte entregado una redacción de instituto.

Dibujo: Karolita durmiendo con muchas ZzZzZzZzZz.

Firma: A.M.L.

Fecha: 02/03/2012

9 de diciembre de 2012

¿Nieve? ¡Nieve!

Hoy es uno de esos días que, de verdad, empieza con una sonrisa. ¿Sabes cuándo miras en derredor y todo parece más bonito: los árboles que te rodean, el cielo o una nube tonta con aire de tener algo que decir? Pues eso, en pocas palabras, que te sientes en perfecta sintonía con el mundo, tienes lo que se dice un buen feeling... Con el mundo, además. Y no sólo porque me vaya a alejar del sitio donde vivo.


7 de diciembre de 2012

Lo dejaría todo

He intentado casi todo para convencerte mientras el mundo se derrumba todo aquí a mis pies. Mientras aprendo de esta soledad que desconozco, me vuelvo a preguntar quizá si sobreviviré porque sin ti me queda la conciencia helada y vacía, porque sin ti me he dado cuenta amor, que no renaceré. Porque yo he ido más allá del límite, de la desolación. Mi cuerpo, mi mente y mi alma ya no tienen conexión.

Duelen más tus cosas buenas cuando estás ausente. Yo sé que es demasiado tarde para remediar. No me queda bien valerme de diez mil excusas cuando definitivamente sé que ahora te vas. Aunque te vuelva a repetir que estoy muriendo día a día, aunque también estés mueriendo tú, no me perdonarás. Aunque sin ti haya llegado al límite de la desolación, sigo mueriéndome...

Y yo te juro que... Lo dejaría todo por que te quedaras: Mi credo, mi pasado, mi religión. Después de todo, estás rompiendo nuestros lazos y dejas en pedazos este corazón. Mi piel también la dejaría, mi nombre, mi fuerza... Hasta mi propia vida. ¿Y qué más da perder? Si te llevas del todo mi fe.

3 de diciembre de 2012

La carta a la amada inmortal

Lunes a la mañana, el 6 de Julio.
Mi ángel, mi todo, mi mismo yo, sólo unas pocas palabras hoy y, en efecto, con lápiz (con el tuyo). Mañana ya se va a decidir definitivamente sobre mis alojamientos, ¡qué inútil pérdida de tiempo! ¿Por qué este profundo dolor cuando habla la necesidad? ¿Puede nuestro amor existir sino a través del sacrificio de no pedir todo del otro? ¿Puedes cambiar el hecho de que tú no seas completamente mía, yo no completamente tuyo? Oh, Dios, mira la hermosa naturaleza y consuela tu alma.
Acerca de lo que debe ser el amor, lo pide todo y completamente, y con razón. Así es para mí contigo, para ti conmigo, sólo que olvidas tan fácilmente, que yo debo vivir para mí y para ti. Si estuviéramos completamente unidos, tú sentirías este dolor tan poco como yo.
Mi viaje fue aterrador. Llegué aquí recién a las 4 de ayer a la mañana. Como faltaban caballos, el cochero eligió otra ruta, pero ¡qué horrible camino!. En la penúltima posta me advirtieron acerca de viajar de noche, tratando de asustarme de un bosque, pero me pareció sólo un desafío, y estaba equivocado. El carruaje tenía que romperse en tan terrible ruta, una ruta de lodo sin fondo, y sin postillones como tenía, hubiera quedado atascado en el camino. Esterhazy, en la otra ruta de costumbre, tuvo la misma suerte con ocho caballos que yo con cuatro. De todos modos tuve alguna satisfacción, como siempre que tengo la fortuna de superar algo con éxito. Ahora voy rápidamente hacia el interior desde el exterior.
Nosotros probablemente nos veremos pronto. Hoy todavía no puedo transmitirte los pensamientos que tuve durante estos pocos días acerca de mi vida. Si estuvieran nuestros corazones siempre juntos y unidos, yo, por supuesto, no tendría nada que decir. Mi corazón esta lleno de tanto para decirte... ¡Oh! Hay todavía momentos en que encuentro que la palabra no es nada en absoluto.
Alégrate, permanece, mi fiel y único tesoro, mi todo, como yo para ti. El resto los dioses deben comunicarnos lo que deba ser para nosotros.

Tu fiel Ludwig.

Lunes a la tarde, el 6 de Julio.
Estás sufriendo, mi queridísima criatura, recién ahora me doy cuenta de que las cartas deben ser despachadas muy temprano en la mañana.
Lunes, jueves, los únicos días en los cuales el correo va de aquí  hasta que estás sufriendo. Oh, donde sea que estoy, tú estás conmigo. Me digo a mí y a ti, arregla para que pueda vivir contigo. ¡Qué vida! Cómo es ahora, sin ti, perseguido por la amabilidad de la gente, aquí y allí, que ni quiero merecer ni merezco. La humildad del hombre hacia el hombre me lastima y cuando me veo a mí mismo en el marco del universo, ¿qué soy yo y qué es Él, a quien uno llama el s grande? Y aun así, aquí está otra vez la chispa divina en el hombre.
Lloro cuando pienso que probablemente no recibas las primeras noticias de mí hasta el sábado. Por mucho que tú me ames, yo te amo incluso más profundamente, pero nunca te escondas de mí.
Buenas noches, como estoy tomando los baños debo irme a dormir.

¡Tan cerca, tan lejos! No es nuestro amor un verdadero edificio celestial, pero sí firme como el firmamento.


Buenos días, el 7 de Julio.
Mientras estoy aún en la cama, mis pensamientos se lanzan a sí mismos hacia ti, mi eternamente amada, a ratos alegres y luego otra vez tristes esperando al destino. Si éste nos otorgara una resolución favorable... Yo sólo puedo ya vivir totalmente contigo, o no viviré.
Si he resuelto vagar sin rumbo en la distancia hasta que pueda volar a tus brazos y pueda considerarme enteramente en casa, contigo, y pueda enviar mi alma abrazada por ti al reino del espíritu, si desafortunadamente así debe ser, tú debes dominarte más al conocer mi fidelidad a ti, nunca podrá otra poseer mi corazón... Nunca, nunca.
Oh, Dios, ¿por qué tener que separarse uno mismo de lo que uno ama tanto? Y así mi vida en Viena, como es ahora, es una vida miserable. Tu amor me hace el hombre más feliz y el más infeliz al mismo tiempo. A mi edad debería tener cierta estable regularidad en mi vida... ¿Puede eso existir en nuestra relación?
Ángel, ahora mismo escucho que el correo va todos los días y por lo tanto debo terminar, de modo que recibirás la carta inmediatamente. Permanece calma, solo a través de la tranquila contemplación de nuestra existencia podremos alcanzar nuestro objetivo de vivir juntos. Sé paciente, ámame.
Hoy, ayer, qué doloroso anhelo de ti, de ti, de ti… , tú mi amor, mi todo.

Adiós. Oh, continúa amándome, nunca juzgues mal el más fiel corazón de tu amado.

Ludwig. Siempre tuyo, siempre mía, siempre nuestro.

27 de noviembre de 2012

Cometas.

Entre las piedras del espacio, tropiezo al despegar, tropiezo al despegar... Las pusieron todas a mi paso... Me quieren derribar, me quieren derribar.

Lo que digan la verdad, son líneas paralelas que nunca convergirán, van en dirección opuesta. No quieren que vaya a rescatarte... Nos quieren separar, nos quieren separar.  Cuando el tiempo haga de juez y dicte lo que hay que hacer, volveremos a brillar con toda la intensidad.

Ella da la vuelta y voy sangrando... Nadie me va a curar, nadie me va a curar. Y en mi sacramento voy rezando... Nadie me va a escuchar, nadie me va a escuchar. Cuando el cielo vuelva a arder justo antes de atardecer, volveremos a brillar en toda su inmensidad.

Haciendo de nuestras vidas dos cometas que giran volando rápido entre planeta, batiendo las alas alto esquivando estrellas dejando en el universo nuestras estelas hasta el Sol, hasta el Sol, hasta el Sol...

¡Que nadie pueda nunca separarnos!

¡Que nadie pueda nunca separarnos!
¡Que nadie pueda nunca separarnos!


26 de noviembre de 2012

Turnedo

Desde aquí desde mi casa veo la playa vacía, ya lo estaba hace unos días, ahora está llena de lluvia. Y tú ahí sigues sin paraguas, sin tu ropa, paseando, como una tarde de julio pero con frío y tronando. ¿Se puede saber qué esperas? ¿Que te mire y que te seque? ¿Que te vea y que me quede tomando la luna juntos? La luna, tú y yo expectantes a que pase algún cometa o baje un platillo volante.

Y la playa llora y llora, y desde mi casa grito que aunque pienso en abrazarte, que aunque pienso en ir contigo, el doctor me recomienda que no me quite mi abrigo, que no esté ya más contigo y yo no puedo negarme pues el tipo soy yo mismo. Estudié mientras dormías y aún repaso las lecciones, una a una, cada día. Yo no puedo aconsejarte, ya es muy duro lo que llevo, dejemos que corra el aire y digámonos adiós.

Aunque siga suspirando por algo que no era cierto, me lo dicen en los bares: Es algo que llevas dentro, que no quieres que te quieran, sólo quieres que te abracen y publicas que no tuve ni valor para quedarme. Yo rompí todas tus fotos, tú no dejas de llamarme.

¿Quién no tiene valor para marcharse?
¿Quién no tiene valor para marcharse?
¿Quién no tiene valor para marcharse?


¿Quién prefiere quedarse y aguantar?

Marcharse y aguantar. 


15 de octubre de 2012

La boca

"Boca que arrastra mi boca,
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos. 

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos tremendos aletazos.

El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca ya enterrada,
sin boca, desenterramos!

Bebo en tu boca por ellos
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos, recuerdos
besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios."


Verte, eso quiero

Resultó ser un día bastante extraño, ya que lo pasé realmente bien. Me pregunté al principio si sólo era resultado de la desaparición del aturdimiento, pero no satisfizo del todo la explicación. 

Empezaba a pensar que se debía principalmente a él. No era sólo que siempre estuviera tan contento de verme o que no me mirara de reojo, a la espera de que hiciera algo que me hiciese parecer loca o deprimida. No tenía que ver conmigo en absoluto.

Era el mismo él. Simplemente, él era esa clase de persona que siempre se muestra feliz, y que acarrea esa felicidad como un aura, llevándola a toda la gente que le rodea. Igual que un sol ceñido a la Tierra, sea quien sea el que entre en su órbita gravitacional, es irremendiablemente atraído por su calidez. Para él, era algo natural, formaba parte de sí mismo. No resultaba tan extraño que estuviera deseando verle.

10 de octubre de 2012

¡Nos hemos coronado!

En la vida no eliges a tu padre, ni a tu madre, ni a tus hermanos.
No eliges el país donde naces, ni tu nombre, ni el color de tus ojos...


Hay una cosa que eliges tú solo:


A TUS AMIGOS

Y yo, me he coronado eligiendo a los míos.

Amarillo

"No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar. 


Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.


¿Le parece a Ud. correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.


No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respires! Dar el no a todos los "no"
y descansar: Morir."

22 de septiembre de 2012

Tu voz

Volví mi cara hacia él y apreté los labios sobre la piel -fría como la piedra- de su cuello.

- Gracias -dijo mientras dejábamos atrás las vagas siluetas oscuras de los árboles-. Que me beses ahí me da un placer inmenso y con tu delizadeza de persona menuda, me encanta.

Me reí. Mi risa sonaba fácil, natural, fluida. Sonaba bien.

- ¿Sabes? No sé cómo, pero volveré a ganarme tu confianza -murmuró, en su mayor parte para él-. Aunque sea lo último que haga. De verdad, peque.
- Confío en ti -le aseguré-, pero no en mí.
- Explica eso, por favor.

Ralentizó el ritmo hasta limitarse a andar -sólo me di cuenta porque cesó el viento- y supuse que no debíamos de estar lejos de la casa. De hecho, me pareció distinguir en medio de la oscuridad el sonido del río mientras fluía en algún lugar cercano.

- Bueno... -me devané los sesos para encontrar la forma adecuada de expresarlo-. No confío en que yo, por mí misma, reúna méritos suficientes para merecerte. No hay nada en mí capaz de retenerte.

Se detuvo y se estiró. Sus manos suaves no me soltaron y me abrazó con fuerza, apretándome contra su pecho.

- Me retendrás de forma permanente e iquenbrantable -susurró-. Nunca lo dudes.

Ya, pero ¿cómo no iba a tener dudas?

- Al final no me lo has dicho... -musitó él.
- ¿El qué?
- Cuál era tu gran problema.
- Te dejaré que lo adivines -suspiré mientras alzaba la mano para tocarle la punta de la nariz con el dedo índice.
- ¿Todo este tiempo?
- Mi gran problema es que vuelvas a desaparecer. No quiero que desaparezcas.
- Sólo hay una forma de hacerte ver que no puedo dejarte -susurró-. Supongo que no hay otro modo de convencerte que el tiempo.

La idea del tiempo me agradó.

- Vale -admití.

Su rostro seguía martirizado, así que intenté distraerle con tonterías sin importancia.

- Bueno, ahora que vas a quedarte, ¿puedo recuperar mis cosas? -le pregunté con el tono de voz más desenfadado del que fui capaz.

Mi intento funcionó en gran medida: se rió, pero el sufrimiento no desapareció de sus ojos.

- Tus cosas nunca desaparecieron -me dijo-. Sabía que obraba mal, dado que te había prometido paz sin recordatorio alguno. Era estúpido e infantil, pero quería dejar algo mío junto a ti. Los dibujos, las fotografías, los billetes de avión... todo está debajo de los libros de mi estantería roja.
- ¿De verdad?

Asintió. Parecía levemente reconfortado por mi evidente alegría ante este hecho tan trivial, aunque no bastó para borrar el dolor de su rostro por completo.

- Creo -dije lentamente-, no estoy segura, pero me pregunto... Quizá lo he sabido todo el tiempo.
- ¿Qué es lo que sabías?

Sólo pretendía alejar el sufrimiento de sus ojos, pero las palabras sonaron más veraces de lo que esperaba cuando las pronuncié.

- Una parte de mí, tal vez fuera mi subconsciente, jamás dejó de creer que te seguía importando que yo viviera o mueriera. Ése es el motivo por el que oía las voces.

Se hizo un silencio absoluto durante un momento.

- ¿Voces? -repitió con voz apagada.
- Bueno, sólo una, la tuya. Es una larga historia -la desconfianza de sus facciones me hizo desear no haber sacado el tema a coalición. ¿Pensaría él, como todos los demás, que estaba loca? ¿Tenían razón en ese punto? Pero al menos desapareció de su rostro la expresión de que algo iba a arder.
- Tengo tiempo de sobra -repuso de forma forzada, pero sin alterar la voz.
- Es bastante patético.

Esperó.

No estaba segura de cuál podía ser la mejor forma de explicárselo.

- ¿Recuerdas lo que dijo tu hermana pequeña sobre los deportes de riesgo en su ejercicio de castellano? -pregunté.
- Sí.
- Pues verás... Quería probar que tu teoría de que soy un imán para el peligro no era verdad.
- ¿Y qué hiciste para ver que estabas equivocada?
- Pues me fui con un amigo a unas carreras de motos. Aquellas que no quería que él fuera.
- ¿Qué?
- Espera -le tranquilicé-. Sólo le acompañé pero cuando me ofreció subir y me acerqué para decirle que no montaría y que tuviera cuidado, oí tu voz. Era un rugido y me advertía que no lo hiciera.
- ¿Y por qué lo hiciste?
- Pues... -sentía que me quedaba sin palabras- Porque era la única forma que estuvieras a mi lado. Mira, descubrí que te recordaba con mayor claridad cuando hacía algo estúpido o peligroso... -le confesé, sintiéndome completamente chiflada-. Recordaba cómo sonaba tu voz cuando te enfadabas. La escuchaba como si estuvieras a mi lado. En general, intentaba no pensar en ti, pero en momentos como aquéllos no me dolía mucho, era como si volvieras a protegerme, como si no quisieras que resultara herida. Y bueno, me preguntaba si la razón de que te oyera con tal nitidez no sería que. debajo de todo eso, siempre supe que no habías dejado de quererme...

Tal y como había ocurrido antes, las palabras cobraron poder de convicción a medida que las pronunciaba. Eran sinceras. Una fibra en lo más sensible de mi ser supo que yo decía la verdad.

- Tú... arriesgabas la... vida... para oírme... -dijo con voz sofocada.
- Calla -le atajé-. Espera un segundo. Creo que estoy teniendo una epifanía en estos momentos...

Pensé en la primera carrera. Había planeado dos opciones -locura o deseo de sentirme realizada- sin ver la tercera alternativa.

Pero, ¿qué ocurriría si...?

¿Qué ocurriría si hubiera creído sinceramente que algo era cierto, aunque estuviera totalmente equivocada? ¿Qué sucedería si hubiera estado tan empecinadamente segura de que tenía razón que no me hubiera detenido a considerar la verdad? ¿Qué habría hecho la verdad? ¿Permanecer en silencio o intentar abrirse camino?

La tercera opción era que él me amaba. El vínculo establecido entre nosotros dos era de los que ni la ausencia ni la distancia ni el tiempo podían romper, y no importaba que él pudiera ser más especial, guapo o perfecto que yo, él estaba tan irremediablemente atado como yo, y si yo le iba a pertenecer siempre, eso significaba que él siempre iba a ser mío.

¿Era eso lo que me estaba intentando decirme a mí misma?

- ¡Vaya!
- ¿Qué pasa? -preguntó.
- Ya, vale. Lo entiendo.
- ¿En qué consiste tu epifanía...? -me preguntó con voz tensa.
- Tú me amas -dije maravillada. La sensación de convicción y certeza me invadió de nuevo.

Aunque la ansiedad continuó presente en sus ojos, la sonrisa torcida que más me gustaba se extendió por su rostro.

- Con todo mi ser.

Mi corazón se hinchó de tal modo que estuvo a punto de romperme las costillas. Ocupó mi pecho por completo y me obstruyó la garganta dejándome sin habla.

Me quería de verdad igual que yo a él, para siempre.

Me tomó el rostro entres sus manos y me besó hasta que sentí tal vértigo que todo el bosque empezó a dar vueltas. Entonces, inclinó su frente sobre la mía y supe que yo no era la única que respiraba más agitadamente de lo normal.

- ¿Sabes? Se te da mejor que a mí -me dijo.
- ¿El qué?
- Sobrevivir. Al menos, tú lo intentaste. Te levantabas por las mañanas, procurabas llevar una vida normal por el bien de tu hermano, y seguiste tu camino. Yo era un completo inútil. No podía estar cerca de mi familia ni de nadie más. Me avergüenza admitir que me acurrucaba y dejaba que el sufrimiento se apoderara de mí -esbozó una sonrisa turbada-. Fue mucho más patético que oír voces.

Me sentía profundamente aliviada de que pareciera comprenderlo, me reconfortaba que todo aquello tuviera sentido para él. En todo caso, no me miraba como si estuviera loca. Me miraba como... si me amara.

- Sólo una voz -le corregí.

Se echó a reír y me apretó con fuerza a su costado derecho antes de guiarme hacia delante.

20 de septiembre de 2012

El cazador

- ¿Cómo puedes abandonarla cuando sabes la verdad?
- Sí, sé la verdad. Por eso debe estar lo más lejos de mí. Siempre que he querido algo me lo han arrebatado... Pero esta vez no. Está más segura aquí contigo.



13 de septiembre de 2012

Olvídala

- ¿Cómo hago compañero para decirle que no he podido olvidar? Que por más que lo intento sus recuerdos siempre habitan mi mente, que no puedo pasar siquiera un día sin verla desde lejos, que siento enloquecer al verle alegre y sonreír y no es conmigo... Yo sé que le falté a su amor tal vez porque a mí otra ilusión me sonreía y no pensé que sin ella en mi vida se me acabaría el mundo...
- Yo sé que estás arrepentido y duele pero ya no eres nadie en su vida... Ella encontró por quien vivir hoy y que la busques es un absurdo. ¡Olvídala!
- No es fácil para mí, por eso quiero hablarle. Y si es preciso, rogarle que regrese a mi vida...
- ¡Inténtalo!
- ¡Es que no quiero hacerlo! Si por dejar sus sueños me causa mil heridas.
- Olvídala mejor, olvídala. Arráncala de ti que ya tiene otro amor. Arráncala de ti que busca otra ilusión.
- Es que no no dejan los recuerdos. Si yo le enseñé amar, fui su primer amor. No sale de mis pensamientos, aún ella vive aquí dentro del corazón.
- Hermano es tu deber para luchar hacia quien no te quiere. A quien ya gracias a Dios ya te olvidó y encontró amor en su camino. No sé si por venganza, por rencor o porque tú no le convienes... O tal vez fue que nunca perdonó que tú le hirieras el camino. Mirar que tú jugaste a los amores cuando lo eras todo en su mirada...
- Yo sé que le falté. Debo pagarle, pero que me perdone.
- Yo a ella la vi llorar amargas noches cuando injustamente la cambiabas...
- Yo estoy arrepentido y quiero que ella olvide que tuve errores.
- ¡Olvídala!
- ¡Yo no lo quiero hacer! Lucharé por tenerla. Ella es cielo y estrellas... Ella es todo en mi vida. ¡La quiero! No te digo mentiras y aunque se pase el tiempo... Por ella doy la vida.

31 de agosto de 2012

XXVII

Dicen que enamorarse es un acto reflejo, algo que no se puede aprender ni controlar... Como el respirar. Yo no creo que sea así. Yo he tenido que aprender a querer a un hombre porque me enamoré de uno. Aprendí a pasear agarrada a su cintura, a deslizarme en su cama temblando y a tener el doble de ropa interior en mi armario. Y lo hice con el mismo miedo y la misma excitación que una niña de cinco años patinando por primera vez en una pista de hielo.

Yo digo que enamorarse es un acto reflejo, como tener miedo. Yo fui una niña sin miedo. No me asustaban los fantasmas, tampoco los monstruos ni la oscuridad. Podía mirar debajo de la cama y estar segura que no habrían esqueletos ni vampiros. Podía enfrentarme a las niñas de quinto y estar segura que no me quitarían la merienda. Y así hasta hoy. Segura de que puedo coger una Magnum y avanzar por un callejón vaciando el cargador porque no es eso lo que me da miedo.

Lo que me aterra es decir que sí a algo que no podré cambiar mañana, pensar en un sofá para toda la vida, en un crédito hipotecario, en una declaración conjunta o en un "esta tarde tenemos que hablar", en buscar colegios y canguros y pensar en un lugar para vivir cuando ya no tengamos pulso para sujetar una Magnum.

Y, de pronto, todo ese terror se empieza a difuminar como el looping de una montaña rusa. Y eso... Es la felicidad.



30 de agosto de 2012

No era un sueño

Cada segundo que él estaba aquí, tan cerca, con su rostro perfecto resplandeciendo a la luz tenue de los números del reloj despertador, era precioso y no debía desperdiciarse.

- Y bueno... -comencé mientras pensaba la pregunta menos importante con la que empezar, aunque no por eso dejara de ser de vital interés. Ya me había traído a casa de una pieza y podría decidir marcharse en cualquier momento. Debía conseguir que no dejara de hablar. Además, este paréntesis, que era como estar en el cielo, no estaría totalmente completo sin el sonido de su voz-, ¿en qué has andado hasta hace tres días?

Su rostro de tornó cauteloso al momento.

- En nada que me entusiasmara excesivamente.
- Claro que no... -mascullé.
- ¿Por qué pones esa cara?
- Bueno... -fruncí los labios, pensativa -, si después de todo, sólo fueras un sueño, ésa sería exactamente la clase de respuesta que darías. Mi imaginación no da para mucho, está muy claro.

Suspiró.

- Si te lo cuento, ¿te creerás al fin que no estás viviendo una pesadilla?
- ¡Una pesadilla! -repetí con resentimiento. Él esperaba mi respuesta-. Quizá -dije después de pensarlo un momento-, si me lo cuentas.
- Estuve... por ahí.
- ¿Eso es todo lo que eres capaz de hacer? -le critiqué-. Eso no prueba de ninguna formaque esté despierta.

Vaciló y después habló lentamente, eligiendo las palabras con cuidado.

- No estuve por ahí para hacer el imbécil. En realidad, ponía a prueba mi habilidad... Y no soy nada bueno.
- ¿Y qué fue lo que estuviste haciendo? -le pregunté, intrigada.
- Nada de importancia -sus ojos no parecían estar en consonancia con su expresión; parecía enfadado o incómodo.
- No te entiendo.

Dudó; su rostro se debatía, brillando bajo la extraña luz verde del reloj.

- Yo...-inspiró hondo-. Te debo una disculpa. No, sin duda, te debo mucho más, muchísimo más que eso, pero has de saber que yo no tenía ni idea... -sus palabras empezaron a fluir con mucha rapidez, del modo que yo recordaba cuando se ponía nervioso, y tuve que concentrarme para captarlas todas-. No me di cuenta del desastre que dejaba a mis espaldas. Pensé que te dejaba a salvo. Totalmente a salvo -sus labios se contrajeron-. Estaba equivocado. Olvidaba por completo que eres un personita con muchas habilidades, entre ellas, la de ser un imán para el peligro -se estremeció y el torrente de palabras se detuvo por un momento-. Por favor, créeme cuando te digo que no tenía ni idea de todo esto. Se me revuelven las tripas hasta lo más profundo, incluso ahora, cuando puedo verte segura en mis brazos. No tengo ni la más remota disculpa en...
- Para, para -le interrumpí.

Me miró con ojos llenos de sufrimiento y yo procuré elegir las palabras adecuadas, aquellas que le liberaran de la obligación que se había creado y que le estaba causando tanto dolor. Eran palabras muy difíciles de pronunciar. No sabía si sería capaz de decirlas sin romperme en pedazos, pero yo quería hacerlo bien. No deseaba convertirme en una fuente de culpa y angustia en su vida. Él tenía que ser feliz, y no me importaba qué precio hubiera de pagar yo.

En realidad, había albergado la esperanza de no verme en la obligación de no sacar a coalición esto en nuestra última conversación. Sólo iba a conseguir que todo terminara mucho antes.

Recurriendo a todos los meses de práctica que había pasado intentando comportarme de un modo normal con todos, mantuve mi rostro tranquilo.

- J -comencé. Su nombre me quemó la garganta un poco mientras lo pronunciaba. Podía sentir aún el espectro de mi agujero en el pecho, a la espera de reabrirse en toda su extensión en cuanto él se marchara. No tenía nada claro cómo iba a conseguir sobrevivir esta vez-, esto tiene que terminar ya. No puedes ver las cosas  de esa manera. No puedes permitir que esa... culpa... gobierne tu vida. No tienes por qué asumir la responsabilidad de las cosas que me han ocurrido aquí. Nada de esto ha sucedido por tu causa, sólo es parte de las cosas que me suelen pasar a mí en la vida. Así que si tropiezo delante de un autobús o lo que sea que me ocurra la próxima vez, has de ser consciente de que no es cosa tuya asumir la culpa. No tienes por qué salir corriendo hacia el fin del mundo porque te sientes mal por no haberme salvado. Haga lo que haga, ésa es mi elección y, desde luego, no tu responsabilidad. Sé que está en tu naturaleza el cargar  con las culpas de todo, pero de verdad... ¡No tienes que por qué llevarlo hasta ese extremo! Es de lo más irresponsable por tu parte no pensar en el resto de personas y...

Estaba a punto de perderlo. Hice una pausa para respirar profundamente con la esperanza de que eso me calmara. Tenía que liberarle. Debía asegurarme de que esto no volviera a ocurrir otra vez.

- Véamos -susurró él, mientras le cruzaba por el rostro la más extraña de las expresiones. Parecía haberse vuelto loco. Me desconcertó el que dijera mi nombre completo-, ¿pero tú crees que quería acabar con todo sólo porque me sentía culpable?

Sentí cómo afloraba a mi rostro la más absoluta incomprensión.

- ¿Ah, no?
- Me sentía culpable, de una forma muy intensa. Más de lo que tú podrías llegar a comprender.
- Entonces, ¿qué estás diciendo? No te entiendo.
- Me marché porque pensé pensé que habías muerto -dijo con miel en la voz  pero con rabia en los ojos-. Incluso aunque yo no hubiera tenido nada que ver con tu muerte... -se estremeció al pronunciar la última palabra-. Me hubiera ido al fin del mundo aunque no hubiera ocurrido por culpa mía. Es obvio que debería haber sido más cuidadoso, tendría que haberme asegurado.
- Pero hay algo que aún no entiendo -dije-, y ése es el punto más importante de la cuestión: ¿y qué?
- ¿Perdona?
- ¿Y qué pasaba si yo había muerto?

Me miró dudando durante un momento muy largo antes de contestar.

- ¿No recuerdas nada de lo que te he dicho desde que nos conocimos?
- Recuerdo todo lo que me has dicho.

Claro que me acordaba... Incluyendo las palabras que negaban lo anterior.

Rozó con la yema de su cálido dedo mi labio inferior.

- Creo que ha habido un malentendido -cerró los ojos mientras movía la cabeza de un lado al otro con media sonrisa en su rostro hermoso, y no era una sonrisa feliz-. Pensé que ya te lo había explicado antes con claridad. Mírame. Yo no puedo vivir en un mundo donde tú no existas.
- Estoy... -la cabeza me dio vueltas mientras buscaba la expresión adecuada-. Estoy hecha un lío -ésa iba bien, ya que no le encontraba sentido a sus palabras.

Me miró profundamente a los ojos con una mirada seria y honesta.

- Soy un buen mentiroso. Tuve que serlo.

Me quedé helada, y los músculos se me contrajeron como si hubiera sufrido un golpe. La línea que marcaba el agujero de mi pecho se estremeció y el dolor que me produjo me dejó sin aliento.

Me sacudió por los hombros, intentando relajar mi rígida postura.

- ¡Déjame acabar! Soy un buen mentiroso, pero desde luego, tú tienes parte de culpa por haberme creído con tanta rapidez -hizo un gesto de dolor-. Eso fue... insoportable.

Esperé, todavía paralizada.

- Te refieres a cuando me dijiste adiós...

No podía permitirme el recordarlo. Luché por mantenerme en el momento presente.

- No ibas a dejarlo que lo hiciera por las buenas -susurró-. Me daba cuenta. Yo no deseaba hacerlo, creía que me moriría si lo hacía, pero sabía que si no te convencía de que ya no te amaba, habrías tardado muy poco en querer acabar con tu vida humana. Tenía la esperanza de que la retomarías si pensabas que me había marchado.
- Una ruptura limpia -susurré a través de los labios inmóviles.
- Exactamente. Pero... ¡Nunca imaginé que hacerlo resultaría tan sencillo! Pensaba que sería casi imposible, que te darías cuenta tan fácilmente de la verdad que yo tendría que soltar una mentira tras otra durante horas para apenas plantar la semilla de una duda en tu cabeza. Mentí y lo siento mucho, muchísimo, porque te hice daño, y lo siento también porque fue un esfuerzo que no mereció la pena. Siento que a pesar de todo no pudiera protegerte. Mentí para salvarte, pero no funcionó. Lo siento.

Hubo un silencio largo. Humedecí mis labios para decir algo pero de pronto él siguió.

- Pero, ¡¿cómo pudiste creerme?! Después de las miles de veces que te dije lo mucho que te amaba, ¿cómo pudo una simple palabra romper tu fe en mí?

Yo no contesté. Estaba demasiado paralizada para darle forma a una respuesta racional.

- Vi en tus ojos que de verdad creías que ya no te quería. La idea más absurda, más ridícula, ¡cómo si hubeira alguna manera de que yo pudiera existir sin necesitarte!

Seguí helada. Sus palabras me parecían incomprensibles, porque eran imposibles.

Me sacudió el hombro otra vez, sin fuerza, pero lo suficiente para que me castañetearan un poco los dientes.

- ¡Dime de una vez que es lo que estás pensando!

En ese momento rompí a llorar. Las lágrimas me anegaron los ojos, los desbordaron y me inundaron las mejillas.

- Lo sabía -sollocé-. Sabía que estaba soñando...
- Eres imposible -comentó y soltó una carcajada breve, seca y frustrada-. ¿De qué manera te puedo explicar esto para que me creas? No estás dormida ni muerta. Estoy aquí y te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré. Cada segundo de los que estuve lejos estuve pensando en ti, viendo tu rostro en mi mente. Cuando te dije que no te quería... Ésa fue la más negra de las blasfemias.

Sacudí la cabeza mientras las lágrimas continuaban cayendo desde las comisuras de mis ojos.

- No me crees, ¿verdad? -susurró, con el rostro aún más pálido de lo habitual-. Puedo verlo incluso con esta luz. ¿Por qué te crees la mentira y no puedes aceptar la verdad?
- Nunca ha tenido sentido que me quisieras -le expliqué y la voz se me quebró dos veces-. Siempre lo he sabido.

Sus ojos verdes se entrecerraron y se le endureció la mandíbula.

- Te probaré que estás despierta -me prometió.

Me sujetó la cabeza entre sus dos manos de hierro, ignorando mis esfuerzos cuando intenté volver la cabeza havia otro lado.

- Por favor, no lo hagas -susurré.

Se detuvo con los labios a unos centrímetros de los míos.

- ¿Por qué no? -inquirió. Su aliento acariciaba mi rostro, haciendo que la cabeza me diera vueltas.
- Cuando me despierte... -él abrió la boca para protestar, de modo que me corregí-. ¡Vale, olvídalo! Rectifico: cuando te vayas otra vez, ya va a ser suficientemente duro sin esto.

Retrocedió unos centímetros para examinar mi rostro.

- Ayer, cuando te toqué, estabas tan... vacilante, tan cautelosa. Y todo sigue igual. Necesito saber por qué. ¿Acaso es demasiado tarde? ¿Quizá te he hecho demasiado daño? ¿Es porque has cambiado, como yo te pedí que hicieras? Eso sería... bastante justo. No protestaré contra tu decisión. Así que no intentes no herir mis sentimientos, por favor; sólo dime ahora si todavía puedes quererme o no, después de todo lo que te he hecho. ¿Puedes? -murmuró.
- ¿Qué clase de pregunta idiota es ésa?
- Limítate a contestarla, por favor.

Le miré con aspecto enigmático durante un rato.

- Lo que siento por ti no cambiará nunca. Claro que te quiero y, ¡no hay nada que puedas hacer contra eso!
-Es todo lo que necesitaba escuchar.

En ese momento, su boca estuvo sobre la mía y no pude evitarle. No sólo porque era miles de veces más fuerte que yo, sino porque mi voluntad quedó reducida a polvo en cuanto se encontraron nuestros labios. Este beso no fue tan cuidadoso como los otros que yo recordaba, lo cual me venía la mar de bien. Si luego iba a tener que pagar un precio por él, lo menos que podía hacer era sacarle todo el jugo posible.

Así que le devolví el beso con el corazón latiéndome a un ritmo irregular, desbocado, mientras mi respiración se transformaba en un jadeo frenético y mis manos se movían avariciosas por su rostro. Noté su cuerpo de mármol contra cada curva del mío y me sentí muy contenta de que no me hubiera escuchado, porque no había pena en el mundo que justificara que me perdiera esto. Sus manos memorizaron mi cara, tal como lo estaban haciendo las mías y durante los segundos escasos que sus labios estuvieron libres, murmuró mi nombre.

Se apartó cuando empecé a marearme, sólo para poner su oído contra mi corazón.

Yo me quedé quieta allí, aturdida, esperando a que los jadeos se ralentizaran y desaparecieran. 

- A propósito -dijo como quien no quiere la cosa-. No voy a dejarte.

No le respondí, y él pareció percibir el escepticismo en mi silencio.

Alzó su rostro hasta trabar su mirada en la mía.

- No me voy a ir a ninguna parte. Al menos no sin ti -añadió con más seriedad-. Sólo te dejé porque quería que tuvieras la oportunidad de llevar una vida feliz como una mujer normal aunque ambos sabemos que no lo eres. Jamás hubiera sido capaz de irme de no haber creído de que estarías mejor sin mí. Soy demasiado egoísta. Sólo tú eres más importante que cualquier cosa que yo quiera... O necesite. Todo lo que yo quiero o necesito es estar contigo y sé que nunca volveré a tener fuerzas suficientes para marcharme otra vez. Tengo demasiadas excusas para quedarme, ¡y gracias al cielo por eso! Parece que es imposible que estés a salvo, no importa cuántos kilómetros ponga entre los dos.
- No me prometas nada -mascullé. Si me permitía concebir esperanzas y luego terminaban en nada... Eso me mataría.

La ira brilló metálica en sus ojos verdes.

- ¿Crees que te estoy mintiendo ahora?
- No. No me estás mintiendo -sacudí la cabeza intentando pensar en el asunto de forma coherente. Quería examinar la hipótesis de que él me quería, pero sin dejar de ser objetiva, casi de modo clínico, para no caer en la trampa de la esperanza-. Realmente lo crees... ahora, pero ¿qué pasará mañana cuando pienses en todas esas razones que has mencionado en primer lugar?

Se estremeció.

Recordé otra vez aquellos últimos días antes de que él me dejara, intentando mirarlos desde el punto de vista de lo que me estaba contando ahora. Con esta nueva perspectiva, sus inquietantes  y fríos silencios de entonces adquirían un significado diferente si me hacía a la idea de que me había dejado amándome, que me había dejado por mi bien.

- No es como si hubieras cambiado de idea al respecto, ¿a que no? -adiviné-. Terminarás haciendo lo que crees que es correcto.
- No soy tan fuerte como tú pareces creer -comentó él-. Lo que estaba bien o mal había dejado de tener importancia para mí; pensaba regresar de todas maneras. Luchaba por pasar como pudiera cada hora. Nada más era cuestión de tiempo, y no quedaba ya mucho, que apareciera en tu puerta y te suplicara que me dejaras volver. Estaré encantado de suplicártelo si así lo quieres.

Hice una mueca.

- Habla en serio, por favor.
- Lo estoy haciendo -insistió con la mirada resplandeciente ahora-. ¿Querrás hacerme el favor de escuchar mis palabras? ¿Me dejarás que intente explicarte cuánto significas para mí?

Esperó, estudiando mi rostro mientras hablaba para asegurarse de que le estaba escuchando de verdad.

- Pequeña, mi vida era como una noche sin luna antes  de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido.

Quería creerle, pero lo que estaba describiendo era mi vida sin él y no al revés.

- Se te acostumbrarán los ojos -farfullé.
- Ése es justo el problema, no pueden.
- ¿Y qué pasa con tus distracciones?

Se rió sin traza de alegría.

- Eso fue parte de la mentira, mi amor. No había distracción posible ante la... agonía. Mi corazón no ha latido con significado, hasta que apareciste. Era como si hubiera desaparecido, como si hubiera dejado un vacío en su lugar, como si hubiera dejado todo lo que tengo dentro de aquí, contigo.
 - Qué divertido -murmuré.

Enarcó una ceja perfecta.

- ¿Divertido?
- En realidad debería decir extraño, porque parece que describieras cómo me he sentido yo. También notaba que me faltaban piezas por dentro. No he sido capaz de respirar a fondo desde hace mucho tiempo -llené los pulmones, disfrutando casi lujuriosamente de la sensación-. Y el corazón... Creí que lo había perdido definitivamente.

Cerró los ojos y apoyó el oído otra vez sobre mi corazón. Apreté la mejilla contra su pelo, sentí su textura en mi piel y aspiré su delicoso perfume.

29 de agosto de 2012

Lucha contra el agotamiento

De forma perversa, me mordí la lengua para evitar el flujo de preguntas que me inundaban. Probablemente, me fallaba el razonamiento debido al cansancio extremo, pero esperaba comprar algunas horas más de su compañía y ganar otra noche más.

Así que conseguí mantenerme despierta a base de beber Coca-Cola y resistir incluso a la necesidad de parpadear. Él parecía estar perfectamente feliz teniéndome en sus brazos, con sus dedos recorriéndome el rostro una y otra vez. Yo también le toqué la cara. No podía parar, aunque temía que luego, cuando volviera a estar sola, eso me haría sufrir más. Continuó besándome el pelo, la frente, las muñecas... Pero nunca los labios y eso estuvo bien. Después de todo, ¿de cuántas maneras se puede destrozar un corazón y esperar de él que continúe latiendo? En los últimos días había sobrevivido a un montón de cosas que deberían haber acabado conmigo, pero eso no me hacía sentirme más fuerte. Al contrario, me notaba tremendamente frágil, como si una sola palabra pudiera hacerme pedazos.

Él no habló. Quizás albergaba la esperanza de que me durmiera. O quizá no tenía nada que decir.

Salí triunfante en la lucha contra mis párpados pesados. Estaba despierta cuando llegamos a nuestro destino. Me sentí orgullosa de mí misma. No me había perdido ni un solo minuto.

11 de agosto de 2012

La leyenda renace

- ¡Já! Nadie diría que se alegra de verme.
- ¿No estaba confinado en casa?
- Necesitaba que me diera el aire.
- ¿Por qué no ha avisado a la policía?
- Tengo un amigo poderoso que se encarga de ese tipo de cosas. Ese vestido es algo descocado para escalar edificios.
- Sí, ¿y usted por quién se hace pasar?
- Por Bruce Wayne, excéntrico multimillonario.
- Hm...
- ¿Quién es su acompañante?
- Su mujer está en San Tropez pero no se ha llevado los diamantes. Temía que se los robaran.
- Se pronuncia "Sein Tropé". No querrá que la gente se dé cuenta de que es una delicuente y no una revista.
- ¿Cree que me importa lo que alguien de aquí piense de mí?
- Dudo que le importe lo que piense la gente en general.
- No sea condescendiente, Sr. Wayne. No sabe nada de mí.
- Bueno, Selena Kyle... Sé que ha venido desde su piso sin ascensor en la zona antigua. Muy modesto para una experta ladrona, lo que significa que está ahorrando para la jubilación o que se mezcla con la gente equivocada.
- Que haya nacido en el dormitorio principal de la mansión Wayne no le dará derecho a juzgarme.
- En realidad nací en la habitación regencia.
- Empecé haciendo lo que debía. Una vez que has hecho lo que debes, no te dejan hacer lo que quieres.
- Empiece de cero.
- No se puede empezar de cero en el mundo actual. Cualquier niño con un móvil puede averiguar lo que has hecho. Todo lo que hacemos se recopila y cuantifica. Todo está ahí.
- ¿Y eso justifica que robe?
- Cojo lo que necesito de aquellos que tienen más que suficiente. No me aprovecho de los que tienen menos.
- Robin Hood.
- Creo que yo haría más por los demás que la mayoría de la gente de este salón. Y que usted.
- ¿No estará tal vez presuponiendo demasiado?
- ¿Y usted tal vez no sea realista sobre lo que guarda en los pantalones a parte de la cartera?
- ¡Oh!
- ¿Cree que esto puede seguir así? Se avecina tormenta, Sr. Wayne. Ya pueden prepararse usted y sus amiguitos para capear el temporal porque cuando llegue todos van a preguntarse cómo pudieron creer que podían vivir con tanto y dejar tan poco para los demás.
- Parece que está deseando que ocurra.
- Me adapto.
- Ese collar le sienta mejor a usted que a mi caja fuerte. Aún así no puede quedárselo.