23 de abril de 2012

VII

En el caserón oscuro del alma, deslucido y maltrecho entra luz nueva por las rendijas que el tiempo ha hecho; ya cerca de la morada donde pasarán la eternidad, los hombres se vuelven sabios, fortalecidos en la debilidad. Y al marcharse, ambos mundos ven a la vez.

17 de abril de 2012

Unos patines y un corazón.

- El hombre al que yo quería, dejó de quererme y me partió el corazón. Y cuando tuve la posibilidad de volver a ser amada, no me atreví y huí. Dejé de confiar en la gente.
- No se enfade pero me parece que hizo una tontería muy gorda.
- Temía que me volvieran a partir el corazón... Algunas veces confías en una persona que cuando las cosas van mal, se olvida de ti.
- Es que están muy ocupados... No se olvidan de ti, se olvidan de acordarse de ti. No creo que la gente quiera olvidar, es algo que pasa. Mi abuelo dice que si no tuviera la cabeza pegada al cuerpo me la dejaría en el autobús.
- Tengo miedo de que si confío en alguien se me vuelva a partir el corazón.
- Yo eso lo entiendo. Tenía unos patines preciosos pero tenía miedo de que si los usaba, los rompería. Así que los tenía en una caja y, ¿Sabe lo que pasó?
- No.
- Se me quedaron pequeños y no los estrené. Me los puse una par de veces en mi cuarto.
- El corazón de una persona no tiene nada que ver con unos patines.
- En el fondo es lo mismo. Si no vas a utilizar el corazón, ¿Qué más te da que se te rompa? Si te lo guardas para ti es lo mismo que mis patines. Cuando te decidas a usarlo ya será tarde. Hay que arriesgarse, no tienes nada que perder.
- Hay algo de verdad en lo que dices...
- Yo creo que sí. Puede que tengas el corazón roto pero todavía lo tienes... Porque sino, no serías tan chachi.
- Gracias.