21 de noviembre de 2011

Ráfaga

Hace algún tiempo, en una curva de carretera, salí disparado volando en el coche por un terraplén, y durante los cinco segundos que estuve en el aire frente al rostro de la muerte vi en el interior de la memoria toda mi biografía comprimida, iluminada por una brevísima ráfaga. Puedo explicar ahora la fulgurante visión que experimenté antes de caer vivo e ileso al otro lado del barranco. Mientras surcaba el espacio me cegó una especie de relámpago negro, tal vez fundido con los latidos de la sangre. Cerré los ojos y en ese momento no pensé en ninguna solución filosófica, ni siquiera en el golpe inminente. Mi imaginación tampoco fue cruzada por el más mínimo deseo de sobrevivir. No recordé para nada los graves problemas de este planeta: el hambre, la bomba atómica, la violencia de los fuertes, la rebelión de los pobres. También la política, el dinero y las pequeñas pasiones de los hombres se esfumaron. Pero en el cristal del parabrisas o en el fondo del cerebro vislumbré toda mi existencia concentrada en cuatro haces de luz.

El mundo había sido una apariencia y el sueño a través de él quedó reducido al vértigo de estas imágenes: Aquel caramelo de miel que me regaló mi padre junto una fuente y columpios, yo por una calle de Madrid camino de la facultad, parado ante una figura de un panadero en camiseta que estaba enseñando a hablar a un papagayo, el lazo de aquella niña que desaté bajo un naranjo cerca de una estación de ferrocarril, las páginas de un libro que ya nunca podría escribir donde iban a brillar palabras inútiles acerca de Caín y el paso fugaz de la mirada de un ser amado. El coche volaba contra el viento piafando y yo de forma ciega en ese viaje de cinco segundos mortales aprendí cuanto sé de la realidad. Que la vida no es más que el reflejo de miel de cualquier instante de la infancia, la levísima sensación de haber sido joven una vez, el recuerdo de un temblor de carne unido a un perfume, la presencia oscilante o quebrada de un amor. Y poco más. Sólo después de haberme salvado comencé a pensar de nuevo en las idioteces de cada día. En la OTAN y esas cosas.


16 de noviembre de 2011

A esta luna que sueños hará realidad.

Bienvenido el que sonríe, quien tropieza, sigue y el que un buen consejo siempre te da. A los artistas con sus intuiciones y sus pasiones.
Pero también a aquel que no cambiará lo que somos hoy.