29 de agosto de 2012

Lucha contra el agotamiento

De forma perversa, me mordí la lengua para evitar el flujo de preguntas que me inundaban. Probablemente, me fallaba el razonamiento debido al cansancio extremo, pero esperaba comprar algunas horas más de su compañía y ganar otra noche más.

Así que conseguí mantenerme despierta a base de beber Coca-Cola y resistir incluso a la necesidad de parpadear. Él parecía estar perfectamente feliz teniéndome en sus brazos, con sus dedos recorriéndome el rostro una y otra vez. Yo también le toqué la cara. No podía parar, aunque temía que luego, cuando volviera a estar sola, eso me haría sufrir más. Continuó besándome el pelo, la frente, las muñecas... Pero nunca los labios y eso estuvo bien. Después de todo, ¿de cuántas maneras se puede destrozar un corazón y esperar de él que continúe latiendo? En los últimos días había sobrevivido a un montón de cosas que deberían haber acabado conmigo, pero eso no me hacía sentirme más fuerte. Al contrario, me notaba tremendamente frágil, como si una sola palabra pudiera hacerme pedazos.

Él no habló. Quizás albergaba la esperanza de que me durmiera. O quizá no tenía nada que decir.

Salí triunfante en la lucha contra mis párpados pesados. Estaba despierta cuando llegamos a nuestro destino. Me sentí orgullosa de mí misma. No me había perdido ni un solo minuto.

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