27 de julio de 2012

Y me volví loco


No oigo nada. Cierro la puerta. Camino por el pasillo. Paso de puntillas frente a los dormitorios. Una música suave sale de la habitación de sus padres. Qué extraño, había dicho que estaban fuera. Por la puerta entreabierta sale una luz débil. Me acerco y abro. Junto a la ventana, repentinamente, aparece ella, ELLA. Lleva puesta ropa de su madre, una blusa de seda ligera color arena, transparente y desabrochada. Debajo se entrevé un sujetador color crema. Después, una falda larga con dibujos de cachemir. Lleva el pelo recogido en una trenza. Parece mayor, pretende ser mayor. Sonríe. Lleva el la mano una copa llena de champán. Ahora está sirviendo un poco para mí. Deja la botella en una cubitera llena de hielo que está sobre la cómoda. Alrededor hay velas y un perfume de rosas salvajes que poco a poco nos envuelve. Apoya un pie en una silla. La falda se abre por la raja, cae hacia un lado, descubriendo un botín, y su pierna, cubierta con una media fina de rejilla color miel, con ligas. Ella me espera con las dos copas en la mano y sus ojos repentinamente cambian. Como si hubiera crecido de repente.

- Tómame como si fuera ella... Ella, que no te quiere, ella, que a diario me vuelve loca intentando separarnos...

Me pasa la copa. Me la bebo entera de un trago. El champán está frío, está bueno, es perfecto. Después le doy un beso intenso como el deseo que experimento. Nuestras lenguas saben a champán, adormecidas, perdidas, borrachas, anestesiadas... Repentinamente se despiertan. Le paso la mano por el pelo y quedo prisionero de mechones apelmazados, de cabellos trabajados. Le mantengo la cabeza así, perdida entre mis manos, perdidamente mía..., mientras un beso suyo se vuelve más ávido. Del todo dueña de mi boca, parece que quiera entrar dentro de mí, devorarme, llegar a mi corazón. Pero, ¿qué haces? Para. Ya es tuyo. Ella se aparta y me mira. En realidad se parece mucho a su madre. Y me da miedo la intensidad que advierto, que no había visto nunca. Entonces me coge una mano, se levanta un poco la falda y la mete por debajo.Después la guía hacia arriba, más arriba... Con ella a lo largo de las piernas. Abandona la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados. Su sonrisa, escondida. Un suspiro, fuerte y claro. Lleva mi mano aún más arriba. Sin prisa, sobre sus bragas. Aquí. Las aparta un poco y me pierdo con los dos dedos en su placer. Ella suspira ahora con más fuerza. Me desabrocha los pantalones y me los baja veloz, ávida también aquí, como nunca. Y dulcemente lo encuentra. Se detiene. Me mira a los ojos y sonríe. Me lame la boca, me muerde, tiene hambre. Tiene hambre de mí. Se apoya, me empuja, tiene su frente contra la mía, sonríe, suspira, empieza a moverse con la mano arriba y abajo, perdiéndose hambrienta en mis ojos y en los suyos... Después se baja las braguitas, me da un último beso suave y me acaricia con la mano bajo la barbilla. Se pone sobre la cama a cuatro paras y se descubre por detrás levantándose la falda. Se la apoya en la espalda y se vuelve hacia mí.

- Por favor, tómame con fuerza, como si yo fuera mi madre, hazme daño... Te lo ruego, te lo juro, tengo ganas.

Y me parece increíble. Pero lo hago. Obedezco y ella empieza a gritar como no lo había hecho nunca, y casi me desmayo de placer, de deseo, de lo absurdo de la situación, del amor de aquello que no creía posible. Aún estoy ansioso de placer en el recuerdo y casi me falta la respiración...

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