8 de mayo de 2011

Anoche soñé con sauces.

El sueño me arrastró hacia un lodazal. A ambos lados de un sendero montañoso se alineaban los sauces. Muchos, muchísimos sauces. Soplaba un viento muy fuerte, pero las ramas de los árboles no se movían un ápice. ¿Por qué? Me pregunté con extrañeza. En ese instante descubrí que había unos pájaros asidos a la ramas. Su peso impedía que éstas se balanceasen. Agarré una estaca y golpeé la rama que tenía más cerca. Pretendía ahuyentar a los pájaros para dejar que las ramas se mecieran libremente. Pero éstos no levantaron el vuelo. En lugar de eso, se convirtieron en pájaros de metal y fueron cayendo al suelo con estrépito.
Cuando me desperté tuve la sensación de seguir soñando. El interior de la habitación brillaba tenuemente a la blanca luz de la luna. En un acto reflejo, miré hacia el suelo buscando los pájaros de metal esparcidos. Por supuesto, no había ninguno.

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